lunes, 16 de enero de 2017

Des(oriéntame) siempre felicidad.



"Dícese de aquella acción que consigue hacer que alguien pierda la orientación o el conocimiento de la posición que ocupa geográficamente o topográficamente."

Y de esta forma, sin relojes ni brújulas nos topamos de morros. Sí, tal cual. Entrelazadas como los cables de mis auriculares; aparentemente enredados, pero estratégicamente enroscados.

Y de esta forma, sin relojes ni brújulas nos perdimos entre la muchedumbre. Sí, tal cual. Escondidas y albergadas, como la luna en sus días vagos. Como los pájaros en sus días tan amargos.

Parece casual que a veces sonría, que fluya su energía y se disipe ese humo ennegrecido; pero la realidad es otra. Es una más firme y más constante. Es,  y se ha convertido, en un estado de inocencia y en una elección consentida. Como aquellas niñas que todo lo quieren, ella parece, que solo quiera carcajadas de postre. 

Porque a veces asusta, ver como el mundo se derrumba. Ver como los grises ganan posiciones y restan los colores del círculo cromático, incluso aquellos que todavía están por pintarse. 
Da pánico y acongoja, y a veces acojona, sentir como lo oscuro toma un papel característico, principal, como los buenos actores.

Pero entonces se ve, ella, allá a lo lejos. Expectante ante los soles que se cuelan entre sus nudillos. De las notan que se sumergen en su bañera. De los días que la lucha no cuesta, ni necesita espada. De los momentos, en los que sin darse cuenta, la curva más perfecta es la que luce sin que ella la vea.

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