Y dormir en medio, para no caerme por los precipicios solitarios.
Y cruzarlas fuerte, para que no se cuele el frio entre mis piernas.
Y cerrar los puños, para no dejar sangrar los nudillos.
Y bloquear la mente, para evitar los bloqueos encamados.
Y apretar mi abdomen, conteniendo el aire amargo y agrio, que se repite como ajo, como salmorejo mal digerido.
Y escupir bien lejos, que no se diga de las señoritas; lo que me sobra y lo que me falta por beber, casi lento, con calma...como un trago de seis horas sentada en la misma plaza.
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