viernes, 6 de mayo de 2011

el sabor de los holas.

Cuenta la leyenda, que el saludo es lo único en la tierra que no podría negarse a nadie. Ni si quiera a aquel que si se plantea negártelo.

Son muchos los momentos de la jornada en que 2 personas interactúan propiciando de esta forma un saludo. Una sonrisa, una leve mueca de barbilla, e inclusive una mirada alta. Todo vale, mientras se cree un vinculo que consiga que la otra persona se sienta aceptada e incluida en tu circulo vital lejano; pues la gran mayoría no regalan un minuto asonrisado con besos de propina.


Existen aquellos, que cual perros culpables, agachan la cabeza para evitar hasta el contacto visual. Es triste no querer saludar a alguien, cruzarse de acera y hacerse la despistada. Creo que sobretodo el ultimo es el peor de todos, pues fingir que estas distraido te delata siempre con los grandes 'Oh no te había visto' posteriores. En mi caso en particular, el olvido de gafas o lentillas me ha beneficiado en grandes ocasiones, pues le pese a quien le pese hay personas que por desgracia es mejor ni cruzarse.


Seria divertido que todos quisiéramos interactuar con todos, o al menos para mi lo seria, sobre todo en el caso de los desconocidos atrayentes.

Atractivos aparte, hay espécimenes que desprenden una energía particular, y no es su belleza física lo que consigue hacerles apetecibles. En grandes ocasiones he sentido la necesidad de dedicar una muestra de afecto a alguien que me cruzado por primera vez, o con el cual me es propenso encontrarme. Siempre me he planteado su reacción, y por miedo al rechazo me he imaginado la escena en mi humilde cerebro.
No se trata de ligar, ni de fichar a hombres con los cuales tener un affair, o un tórrido romance. En ningún momento he hecho exclusión de sexos.

Yo se, o al menos teorizo sobre ello, que en general la gente siente rechazo hacia lo nuevo y poco usual. Muchos pensarían : ¿y esta porque me sonríe? Seguramente querría acostarme con ellos o me faltaría un riego. Se rechaza la alegría y el optimismo de la gente en su día a día. Dudo que de 10 personas que nos cruzasmos una de ellas sonría sin tapujos por las aceras. Pues si ya es raro observar a alguien feliz por la calle, mas todavía transmitirlo sin buscar nada a cambio.


Entonces ocurre lo de siempre..la gente con luz propia ciega al resto, provocando incomodidad y como respuesta querer fundir todas sus bombillas de un solo soplido.

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